Descripción
Una mujer es siempre mucho cuerpo y pocas luces dentro de la lógica patriarcal. Pero una mujer negra es sobretodo un culo; esa visión del “horror” —diría Kurtz, el explorador loco de “El corazón de las tinieblas”— que seduce hasta la descivilización del colonizador, hasta sus apetitos más salvajes. Pero dichos apetitos no estaban ahí de entrada, no, qué va. Fueron despertados por la presencia del culo de la Negra, epítome de lo imposible, de lo inabarcable, uno de los signos culturales más “peligrosos” de toda la civilización occidental.
Culo de negra. Esa imagen. Yo, que tengo una nalgamenta envidiable, y que, además soy evidentemente negra, y que quiero ser considerada como negra, inescapablemente negra, negra letrada, madre negra, intelectual negra, negra viajera, negra revoltosa y revolucionaria, he tenido que aprender a hacer las paces con él. Ningún problema tengo con mi piel, fuera de que, de vez en cuando a ciertas personas les entra un impulso incontenible por lincharme. Pero, ¿qué hago con el culo; con este culo enorme, sólido, que a tantos confunde?