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En tacones por la Zona Roja

María del Mar Obando Boza

mar@abecedariaeditoras.com 

Nuestra autora, Carla Brunetti, se entregó a la tarea de una nueva publicación amparada por Casa Mint, una organización que gestiona proyectos de sensibilización y reinserción social para mujeres en condiciones vulnerables. Durante el 2022, lideró un taller de escritura para nueve mujeres que habitaron por años las calles de San José. Todos los lunes de ese año ellas aprendieron a expresar por escrito las historias que muchos ignoran sobre las razones que las obligaron a vivir de esta manera.

Este libro nos invita a escuchar para aprender a callar, es un ejercicio de humildad y empatía con las voces de las que normalmente pasamos de largo o les cerramos la puerta.

Normalmente quien tiene voz en una sociedad o a quien se le otorga el privilegio de ser escuchado no es una mujer y, por supuesto, depende del nivel donde la sociedad te coloque vas a estar más cerca o más lejos de esa posibilidad. En el caso de este proyecto, ¿cómo fue para las autoras, acostumbradas a ser tratadas desde la absoluta indiferencia, este proceso de encontrarse con un espacio donde sus palabras se volvieran permanentes en las páginas de un libro?

El proceso fue lindísimo porque ellas sabían que esos lunes del año 2022 eran lunes de posibilidad, lunes donde podían hablar, donde podíamos hablar, porque en realidad hablábamos todas. Donde ellas podían escribir y compartir lo que escribían. Al principio ellas decían: “no, hoy no leo lo mío”, pero cuando escuchaban a las demás compañeras leer cambiaban a un: “no, yo sí quiero contar lo mío porque lo mío es importante” y ahí empezaban a observar el valor de sus experiencias, de esos “a mí me pasó lo mismo” o “usted no sabe, profesora, pero yo pasé por eso y fue por esto otro”. Se creó un círculo de confianza super importante y cuando se dieron cuenta que íbamos a hacer un libro, se la creyeron realmente viendo que sus experiencias iban a servir para que otras personas que talvez están pasando por algo parecido logren darse cuenta de que ellas están saliendo adelante. Eso es magnífico y será todavía mejor el día que estemos en la presentación y ellas sean las protagonistas, las que van a leer con su propia voz estas historias y la gente se va a callar para escucharlas. Eso va a ser fantástico.

¡Claro! porque como lo señalamos anteriormente, la norma es que no existen. A las personas en condición de calle la gente simplemente les pasa por encima y no ve a ningún ser humano ahí entre las cajas de cartón. Al principio, tu trabajo con esta población no inició con la idea de publicar un libro sino porque durante varios años has estado dando talleres de escritura terapéutica y así fue que llegaste a Casa Mint. ¿Por qué tomás esa decisión de pasar del relato del taller a un libro impreso?

Las historias eran fantásticas y lo más increíble eran contadas desde la no oficialidad. Eso siempre me ha llamado la atención: la historia no oficial. O sea, era libro que no sería escrito por el antropólogo o por la socióloga que fue a hacer una investigación a la Zona Roja. No, era desde ellas mismas, desde las víctimas, desde las personas que caminaban y dormían ahí. Entonces, me dije: “esto hay que rescatarlo de alguna manera porque no existe”. La gente tiene que darse cuenta en las propias palabras de ellas ¿por qué pasa esto? Porque no va a ser lo mismo cuando cerremos el vidrio porque no queremos ver a esas muchachas o esas señoras pedirnos algo. ¿Qué hay detrás de esas personas que están entre los cartones? o que están ahí medio fumando en unas esquinas, ¿cómo llegaron ahí? Enterarse de que no es por chivería, ni porque son drogadictas que les gusta el vicio, no. Llegaron ahí niñas, chiquitas, porque su casa era más peligrosa que la calle. Eso la gente debe saberlo y la sociedad hacerse responsable de ello.

Hay muchas cosas que no voy a profundizar en esta entrevista, pero tienen que ver con nuestros “valores morales” de no permitir la pastilla del día después que hacen que estas chiquitas estén en la calle porque sus mamás nunca quisieron ser madres, pero la sociedad las obligó. Por lo tanto, los cuidados que necesitaban no se les brindaron y el Estado tampoco los suministró. Al contrario, en muchos y dolorosos casos fue la misma policía quien abusó de ellas. La gente tiene que saber esa verdad, que cuando una ve alguna mujer en condición de calle hay cosas terribles detrás, no es por gusto que se llega ahí, ni porque se probó una droga y se cayó en la adicción. No, es una violencia estructural muy profunda la que hizo que esa mujer prefiera estar ahí que en su propia casa.

Precisamente, la creación del libro es para llegar a estas personas que cierran el vidrio o que pasan de largo porque conservan en la cabeza todos estos prejuicios sobre las personas que viven en la calle y no existe una noción, una educación, con respecto a las historias reales como la que ahorita nos estás señalando: como una persona decide estar en la calle porque resulta que eso es más seguro que mantenerse en su casa. Es realmente fuerte y yo sé que has trabajado durante años en esta labor humanitaria, por lo tanto, trabajando con este grupo de mujeres y ya habiendo recorrido tanto camino y viendo tantas cosas ¿qué te sorprendió?, ¿qué se volvió nuevo para vos en estos testimonios?

Bueno, aprendí mucho con ellas. Aprendí, primero, que son valientes, que son resilientes tremendamente con un coraje increíble. Aprendí que la violencia estructural de las mujeres va más allá de lo que nos imaginamos. Como los hombres alcoholizan a una niña de 14 años para que se suba a un escenario a bailar y eso es lugar común porque no solo un hombre lo hacía, lo hacían todos los dueños de bares y una se pregunta ¿qué pasa con las leyes?, ¿qué pasa con la policía?, ¿qué pasa con la intervención de esos lugares? Muchas fueron recluidas como niñas como legítima trata y todo el mundo lo supo y nadie hizo nada. Entonces, como sociedad civil tenemos que denunciarlo, no podemos permitirlo. Cuando veamos jovencitas en peligro o cuando observemos amenazas de este tipo tenemos que hacer algo porque lo más importante que aprendí fue que ellas y yo somos cero diferentes. Muy parecidas en nuestros dolores, en nuestros amores, en nuestras ilusiones, en nuestros sueños, me parezco muchísimo a cualquiera de ellas.

Obviamente el proceso de escribir no es para nada fácil, incluso la forma en que decidiste que se imprimieran los textos, parte que a mí me agradó muchísimo porque que leerlos tal cual ellas lo decidieron escribir, sin generar una edición estricta donde aparezca filológicamente cada cosa en su lugar le da mayor credibilidad porque deja claro que estas personas estaban aprendiendo a usar la palabra escrita para expresarse. ¿Cómo crees que fue para ellas aprender a escribir sus vivencias y no solamente tenerlas dentro de la oralidad? ¿Cuáles son esas apreciaciones de cada una de las autoras a la hora de verse en el texto y observarse en las palabras?

Creo que eso fue un poco el trabajo que se hizo en el taller porque cada lunes trabajábamos un tema. Por ejemplo, el tema podía ser la ropa. Por decirte algo: ¿qué ropa usaban?, ¿de dónde la sacaban? Entonces, ellas se animaban a decir: “bueno, la cogíamos de tal lugar, llegaba una vendedora a los night club y nos las ofrecía… sabíamos que a los clientes les gustaba el rojo, entonces comprábamos rojo” y ahí íbamos abriendo el diálogo con un tema y de la ropa a la historia yo me encargaba de tejer ese vínculo para volverlo historia. Les pedía que me contaran una historia de cuando usaron la ropa. “¡Ah!, ese día yo andaba tal cosa y para hacerlo más sexi le metí un tijeretazo a no sé qué y entonces me quedó más bonito o como me daba pena yo me subí a bailar en jeans y no me quise quitar la ropa”. Así comenzaban a fluir los relatos. Otro día hablamos solo de los juguetes de cuando eran chiquititas, ¿qué tenían y qué no?, ¿qué pasó con ese juguete? y nos guindábamos en la historia. Otro día el tema fue: hoy son mujeres nuevas, ¿por qué hoy son mujeres nuevas?, ¿qué hay de nuevo en la vida? Realmente algo sorprendente es la gran habilidad para contar historias de estas mujeres. Ninguna se pegó, todas tenían un deseo enorme de que su voz fuera escuchada. En el libro hago una selección de lo que yo creo que debería de ir, porque hay textos sobre temas más privados, pero ellas estuvieron muy contentas con los que salieron en el libro.

De hecho, otra de las características del libro es que las historias son diversas. Puede ser que leamos sobre situaciones muy dramáticas, muy tristes, pero también nos vamos a encontrar otras emociones como la felicidad y el humor, ¿qué puede esperar una persona que le salte la curiosidad al escuchar este trabajo y desee comprar el libro?

El libro tiene un propósito: conocer a esas nueve mujeres. Desde sus amores, porque responden qué piensan del amor y cada una dice lo que cree del amor, donde lo conoció, cómo se ven ellas a futuro, cómo eran de niñas. Conocer a esas nueve mujeres que han vivido en condición de calle tantísimos años y quien lo lea, sin necesidad de ser obvio, descubrirá porque esas mujeres llegaron a la calle. Sin necesidad de que ahí diga: yo fui y caí en la calle por esto y lo otro. La persona que lea el texto lo va a identificar con toda claridad porque es el desamor lo que lleva a estas niñas a la calle.

¿Cómo trata la calle a las mujeres? Ese es otro tema bastante amplio, no estoy hablando de que sea más fácil, sino que es diferente llegar a vivir en condición de calle siendo hombre que siendo mujer. ¿Cuál fue el panorama al que diariamente se enfrentaron estas mujeres?

Definitivamente es completamente diferente un hombre en condición de calle a una mujer. La mujer es el eslabón más bajo porque sufre la violencia estructural más severa de todas, comparada casi a un animalito. Su cuerpo es mercantilizado, es violado, es golpeado todo el tiempo, es utilizado, ellas cobran por algo y no les pagan, viven en el frío, tienen que prostituirse, son drogadas, alcoholizadas, obligadas a robar. O sea, tienen una serie de vivencias que son de una violencia estructural que las coloca en la profundidad más oscura del maltrato. Eso es lo que ellas sufren y, como te digo, no llegaron ahí por experimentar vicios, llegaron ahí porque o salían de sus casas o las mataban, o las seguían violando o las seguían golpeando. Entonces tuvieron que irse de ahí y llegaron a las calles donde rápidamente alguien las usó de inmediato para su propio beneficio. Las alcoholizó, las drogó, las prostituyó para sacar provecho de su condición.

Ya sabemos que la intención de este libro es generar fondos para los emprendimientos que actualmente lideran las autoras. Parte de los prejuicios que experimentan las mujeres en condición de calle es que la persona que llega a vivir de esa forma no tiene otro destino. Dentro de tu experiencia y la experiencia de Casa Mint, ¿cuáles son esos factores que hacen falta, que nos urgen, para que esta no sea la realidad de las personas que viven esta situación?

Parte de los serios problemas que tienen ellas es la adicción al alcoholismo y a la drogadicción. Deben existir por fuerza organizaciones o centros que les provean la posibilidad de desintoxicarse, de tener apoyo psico-bio-emocional y espiritual. Porque no podemos dejar de lado la parte espiritual, sea desde donde sea que provenga, pero ellas necesitan fe, necesitan esperanza, necesitan saber que sí se puede, necesitan apoyo fisiológico para salir de las dependencias y apoyo emocional también. Pero no es posible si no se cuenta con las instituciones. Después, ellas necesitan saber y contar con que existen otras fuentes de ingreso que no involucren sus cuerpos. Casa Mint trabaja precisamente para eso, para brindarles a ellas la oportunidad de que integren microempresas. De hecho, muchas de ellas venden ropa, hacen comidas, están en clases de diferentes aprendiendo. La idea secundaria con la plata que se reúna del libro es ayudarlas con pequeños capitales semilla para que sostengan sus diferentes emprendimientos. Muchas de ellas son grandes vendedoras de ropa, lo hacen muy bien. Por eso te digo que son super resilientes, super guerreras y super empresarias, yo las admiro muchísimo.

Se dice que un libro es la posibilidad de mantener eterna una idea o una enseñanza, ¿cuál es la que encierra En tacones por la Zona Roja?

Primero, porque así lo conceptualizamos, es un libro que no es una cochinada. Es un libro bonito, es un libro pensado, con fotografías de San José, de donde ellas caminaban, trabajaban y vivían. Un libro testimonio, así como comprás un libro sobre los volcanes de Costa Rica, comprás un libro sobre los árboles de Costa Rica, este es un libro sobre la realidad de Costa Rica, nos guste o no y es parte de nuestra historia. Parte de lo que tenemos que saber porque aquí ellas cuentan como han salido adelante, no es un libro que las victimice, ni les eche más tierra encima, es un libro donde hoy están contando sus historias gracias a que pasaron por un proceso, gracias a que alguien les tendió la mano, gracias a que fueron valientes, gracias a que tomaron decisiones trascendentales para salir adelante y eso logró que sus hijos las perdonaran, que la sociedad en sí les brindara un apoyo. El libro muestra que hay gente como la de Casa Mint que creyó, las ayudó y las ayuda todos los días. Esa es la idea con el libro, que sea un libro testimonio de lo que puede pasarle a una persona con desamor pero también de lo que puede pasarle a una persona que se decide a buscar ayuda, a cambiar, a tenerse fe.

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