Descripción
Mi nariz soy yo. Durante algún tiempo la odié con ferocidad. La miraba con recelo cada vez que cruzaba algún espejo, un charco, un retrovisor. La creía ajena, desproporcionada, cuervuda, el primer premio en el concurso de defectos. Merecía algo mejor, una más espigada, inofensiva. Algún error genético la había colocado en mi cara y deseaba ser el Señor Patata para poder quitármela y arrojarla en algún desagüe. Encima me había tocado una nariz full extras: sus alergias me hundían en la inacción más absoluta; eran su forma de decirme “acá estoy” con una vengativa capacidad de destruir paseos colegiales y estropearme la adolescencia.